En un mundo donde, diariamente, millones de personas enfrentan el hambre, las iniciativas que combaten el desperdicio y promueven la redistribución consciente de alimentos se vuelven esenciales. Con este propósito nació Alimentando Vidas, un proyecto del área de Premises y Facilities de TOOLS Digital Services, del T&O Brasil, que está transformando la forma en la que trabajamos la relación entre producción, consumo y responsabilidad social dentro de un ambiente corporativo. Y sí, el reconocimiento ya llegó: en 2024, el proyecto fue premiado por ABRAFAC y, ahora, en 2025, concurre por el premio Global FM, ampliando su visibilidad y potencial de impacto.
Para Keila Yuka Hanashiro, Head de Hospitalidad de TOOLS Digital Services y responsable del proyecto, Alimentando Vidas salió del papel para mostrar cómo, con creatividad, concientización y deseo por hacer el bien al prójimo, podemos crear una cultura que impacta positivamente no solo a la sociedad, sino a cada uno de nosotros.
Un punto de inflexión en el concepto de alimentación corporativa
El proyecto Alimentando Vidas no surgió solamente de la intención de donar los alimentos excedentes. A pesar de ser la donación una premisa noble, el proyecto fue más allá: él fue la respuesta al desafío estructural de transformar la experiencia de los empleados con relación a la alimentación en los edificios del Grupo Santander. Hasta entonces, la operación era conducida por una gran concesionaria del sector, cuyo foco estaba exclusivamente en garantizar la seguridad alimentaria dentro de los estándares sanitarios. Pero, para el área de Hospitalidad, la calidad iba más allá.
La idea era crear un ambiente de alimentación más atractivo, con marcas reconocidas, gastronomía de calidad y una experiencia que estimulase el consumo interno. Para eso, era necesario un movimiento audaz: cambiar al proveedor tradicional por operaciones variadas que provenían del mercado minorista, como redes de restaurantes y servicios de buffet. “Cuando trajimos a esos proveedores, ellos tuvieron que reaprender a cocinar dentro de una empresa”, explica. “Al comienzo, fue un desafío. Ellos debieron entender nuestros procesos internos y tuvimos que capacitarlos.”
Fue recién después de esa curva de aprendizaje que se concretó el Alimentando Vidas. El descarte alimentario generado hasta entonces ya llamaba la atención. “Con ajustes en la producción y mejor control, conseguimos reducir un 60% el desperdicio”, nos cuenta Keila. Pero aún quedaba una cuestión: ¿qué hacer con estos alimentos que, aunque no son comercializados, estaban en perfectas condiciones para consumo?
De la optimización operativa a la transformación social
La verdad es que la donación de alimentos no era una novedad para Keila y su equipo. Por años, ellos intentaron implementar esa práctica con la antigua concesionaria, pero siempre recibieron respuestas negativas. Fue solo con los nuevos proveedores y las modificaciones en la legislación sanitaria que cambió ese escenario. Alimentando Vidas comenzó pequeño, pero, con el apoyo de las nuevas marcas de restaurantes, ganó escala.
Hoy, los proveedores también participan activamente en cómo invertir en la infraestructura para viabilizar las donaciones. Uno de ellos, Manai, adquirió freezers exclusivos para almacenar adecuadamente los alimentos donados, garantizando que la logística fuese eficiente y segura.
Es interesante analizar cómo el impacto va más allá de las instituciones beneficiadas. “Este proceso despertó en los proveedores una nueva conciencia sobre desperdicio. Ellos pasaron a tener una mirada más crítica para sus propias operaciones, reduciendo excesos y mejorando el control de producción. Esto genera un efecto cascada, influyendo sobre todo el ecosistema”, destaca Keila. Así, al mismo tiempo que se hace el bien, se mejora la salud financiera de las empresas donantes.
Además, el cambio en la mentalidad de los equipos internos fue notable. Alimentando Vidas ayudó a crear una cultura de responsabilidad con los alimentos entre los colaboradores.Durante un gran evento del Grupo Santander, por ejemplo, la concientización fue visible. “Uno de los líderes del Santander pidió la atención redoblada para una producción más consciente: ‘Aquí no puede haber desperdicios, de hecho, ninguno’. Esto muestra cómo el proyecto impactó la forma como las personas observan el consumo”, nos cuenta Keila.
Impactando más allá de las fronteras
El reconocimiento de ABRAFAC en 2024 abrió nuevas puertas para Alimentando Vidas. Ahora, con la nominación para el premio Global FM (la versión mundial de ABRAFAC), el proyecto gana aún más visibilidad. Empresas de gran tamaño, como B3, ya mostraron interés en conocer la iniciativa para implementarla en sus operaciones.
También se está analizando la posibilidad de llevar esa experiencia a un escenario internacional. Aquí, el desafío es comprender cómo las reglamentaciones internacionales trabajan con la redistribución de alimentos. “La legislación brasileña permite que la gente realice esas donaciones, pero no sabemos cómo funciona en otros países. Es algo que debemos evaluar antes de expandirnos”, pondera.
Independientemente del resultado en el premio global, el impacto de Alimentando Vidas ya es innegable. Él muestra que, dentro de las empresas, hay siempre espacio para la innovación social y la transformación cultural. Finalmente, más que un proyecto de donación es una nueva manera de ver el papel de las corporaciones en la construcción de un futuro más sostenible e inclusivo. Y no nos quedan dudas: la cuestión que resta es si otras empresas adoptarán esta práctica, pero, si lo hacen, cuándo.